Historia
Cavia es el pueblo más antiguo del alfoz de Burgos. La escritura más antigua del monasterio de Cardeña, firmada el 1 de marzo del año 899. Esta fecha ha servido para datar la fundación de ese célebre monasterio que tan importantísimo papel jugó en la Castilla condal. En el Libro Becerro, Cavia ocupa el primer folio, en el tiempo, y a su campo pertenecen las viñas y labranzas, de cuyos linderos se señalan los propietarios. Todo ello indica una muy temprana ocupación cristiana y colonización del Bajo Ausín y Medio Arlanzón, apenas asegurada la fundación de la ciudad y castillo de Burgos.
La población debió de ser densa, pues dentro del término concejil de Cavia se alzaron otras tres aldeas que fueron absorbidas por la Villa al correr de los tiempos. Así, se conocen los nombres y situación de Henar, Santolin y El Uncar. Santolin se encontraba al sur de Cavia, El Uncar al norte, próximo al río Arlanzón y Henar al noreste junto al arroyo Cifuentes en el pago de “Prahonar”. Todos ellos y Cavia pertenecían al inmediato alfoz de Muñó y que reunían una población importante se averiguó por el Libro Famoso de las Behetrías, en el que leemos que, además de pagar al rey servicios y monedas, le añadían 396 maravedíses, una cifra importante, pues en esa época (1350) el maravedí mantenía un precio respetable. Para esa fecha, Alfonso XI había entregado Cavia a la familia de los Rojas, salida de la Bureba y que llegó a constelar con las estrellas de su escudo los principales monumentos de Castilla y de España, pues Rojas fueron, entre otros linajes, los duques de Lerma, señores muy poderosos.
Don Sancho Ruiz de Rojas era señor de Cavia en 1350 y recibía del vecindario cuatro cargas de pan, una parte de trigo y tres de cebada. A cada divisero, y eran once, se les premiaba con seis maravedíses por la fiesta de San Juan. Estos diviseros eran hombres muy conocidos en la política y economía castellana. Los Rojas construyeron la torre de su señorío y la adornaron con sus escudos. Más adelante habilitaron la casa fuerte de cubos recios y paramentos inaccesibles, con su patio de pilastras, y la convirtieron en mansión campesina, que todavía se mantiene con su gallardía y firmeza en el caserío. De los Rojas, la torre y casa pasaron a los Altamira quienes la poseían ya en el siglo XVIII. En el siglo XVIII, el Palacio de los Rojas, pertenecía a los Altamira.
En 1591, Cavia, formando partido con Cayuela y cinco pueblos más, ofrece un censo de 184 vecinos, que pronto dejarán el señorío nobiliario para volver al realengo. En 1843, su censo era se 230 habitante, de los que 70 eran niños y niñas que acudían a la escuela que mantenía el pueblo.
En 1950 ascendía el número de habitantes, era 536. Los vecinos de Cavia, durante los ya rebasados once siglos de su existencia han ejercido su laboriosidad en las unidades familiares de su agricultura. Su término es rico en aguas y en ellas supieron instalar una molinería abundante. La Villa, asentada en la orilla izquierda del Arlanzón, que discurre próximo a la carretera, autovía de Burgos a Valladolid, ha sabido beneficiarse de su situación. Su vida ha transcurrido sosegada en el cumplimiento de su origen y destino en la más genuina Castilla. Desde hace por lo menos siglo y medio se documenta un escudo que la Villa traía en el campo la hermosa fachada de su excelente templo. A partir del siglo XVI, los vecinos de Cavia se empeñaron en hermosear su iglesia parroquial, del título de San Pedro Apóstol, y alzaron una gallarda torre de cuatro tramos de gusto clásico, en proporción decreciente. La iglesia guarda en otras piezas una interesante pila bautismal, del época románica, siglo XII, de forma troncocónica con 17 gallones al interior y con arquería exterior que cobija figuras bíblicas.
El escudo de Cavia está formado de la siguiente forma: partida, primero sobre gules el mueble arquitectónico en oro, mazonado de sable, surmontado de tres estrellas de ocho puntas en oro. Segundo, en sinople, rueda de molino en plata y al jefe, espiga de oro y cepa, perfilada de oro de sinople y sable (racimos). Entrado en punta, en plata dos ondas de azur. Al timbre corona real. Así se mantendría la tradición y el recuerdo del Henar, Santolin y El Uncar en el edificio y en las tres estrellas. Significaríamos el campo agrícola de Cavia con su trigo y vino y su molinería con la piedra de plata. En el entado homenajearíamos a los ríos Arlanzón y Ausín. Sacado en su gran mayoría de Fray Valentín de la Cruz, cronista oficial de la provincia. En Cavia encontramos un pozo artesano y un cauce molinar que atraviesa el municipio.